Salud mental con miotonía no distrófica
Convivir con miotonía no distrófica puede afectar a la salud mental. Descubre cómo reconocer el impacto emocional, pedir ayuda y acceder a recursos para tu bienestar psicológico.
La salud mental en enfermedades raras suele pasar desapercibida. Sin embargo, convivir con miotonía no distrófica no solo implica afrontar cada día síntomas como la rigidez muscular, los calambres, el dolor o la fatiga. Su impacto va mucho más allá del plano físico. El malestar corporal, la imprevisibilidad de los síntomas y la falta de comprensión del entorno afectan de forma directa a la salud mental y emocional de quienes la padecen.
En este artículo te contamos por qué cuidar de tu salud mental es tan importante como tratar los síntomas físicos cuando vives con miotonía no distrófica. Además, te damos estrategias para sentirte mejor en el día a día.
¿Cómo puede afectar emocionalmente vivir con una enfermedad rara?
Vivir con una enfermedad rara como la miotonía no distrófica implica atravesar diferentes etapas cargadas de emociones y retos que afectan tanto a la persona diagnosticada como a su entorno.
Antes del diagnóstico, muchas personas conviven con la frustración de sentirse mal y no encontrar respuestas claras. La miotonía no distrófica es poco conocida, incluso entre profesionales de la salud, lo que puede retrasar su detección. A veces, los síntomas pueden empezar en la infancia, cuando actividades tan cotidianas como correr, jugar al fútbol o subir unas escaleras se convierten en auténticos desafíos.
El momento del diagnóstico marca un punto de inflexión. Por un lado, hay alivio por encontrar una explicación a los síntomas. Pero, al mismo tiempo, aparece el impacto emocional del diagnóstico: asumir que se trata de una condición crónica, hereditaria y sin cura puede generar miedo, incertidumbre y un sentimiento de pérdida del futuro tal y como se lo había imaginado. Contar con acompañamiento psicológico especializado y con asociaciones de pacientes ayuda a gestionar estas emociones y recibir orientación sobre recursos sociales, tratamientos sintomáticos y opciones reproductivas.
Después del diagnóstico, empieza la adaptación. Explicar la enfermedad a familiares, amigos o compañeros de trabajo puede ser difícil, pero las personas con miotonía no distrófica también se ven obligadas a hacerlo en situaciones cotidianas con desconocidos: al dar la mano, al necesitar más tiempo para subir unas escaleras o al reorganizar tareas y reuniones. Esta necesidad constante de explicación y planificación puede resultar agotadora. La flexibilidad en entornos educativos y laborales facilita la integración y la autonomía.
A todo esto, hay que sumarle que, el carácter fluctuante de los síntomas1 —días con mayor rigidez, episodios inesperados de dolor o fatiga intensa— añade una sensación constante de falta de control y de vivir con incertidumbre médica que incrementa la ansiedad y la inseguridad en la vida cotidiana2,3. Incluso actividades sencillas como subir escaleras, practicar deporte o planificar un día fuera de casa pueden convertirse en motivo de preocupación o en recordatorios de las limitaciones físicas.
El estudio Health Status in Non-Dystrophic Myotonia: Pain and Fatigue confirma este impacto3. Los pacientes con miotonía no distrófica, especialmente los que sufren fatiga intensa o dolor crónico tienen una percepción global de su calidad de vida mucho peor. La fatiga, en particular, se asocia a una menor energía y vitalidad emocional, lo que demuestra la estrecha conexión entre los síntomas físicos y psicológicos3.

Ansiedad, frustración, incertidumbre… Emociones frecuentes en la miotonía
La encuesta internacional IMPACT (Understanding the Impact of Non-Dystrophic Myotonia) profundiza en cómo la ansiedad y miotonía no distrófica suelen ir de la mano. La mayoría de los participantes describe una preocupación constante por la progresión de la enfermedad. Además, la imprevisibilidad de la rigidez, la fatiga o el dolor genera un estado de ansiedad y estrés continuos que, con frecuencia, derivan en sentimientos de tristeza o desánimo2.
De hecho, la depresión en trastornos neuromusculares es muy común. Más del 75% de los encuestados reconoce haber sentido depresión o desesperanza, sobre todo cuando la enfermedad limita su vida laboral, académica o social. Muchos comentan haber experimentado aislamiento o incluso bullying y discriminación debido a las limitaciones físicas o a la falta de comprensión del entorno2. Sentirse así es completamente normal y no significa necesariamente tener depresión o ansiedad, pero sí justifica la necesidad de estrategias de detección temprana y acompañamiento psicológico y psicosocial.
La encuesta también revela altos niveles de ansiedad social y vergüenza. A algunas personas les resulta muy difícil explicar su condición a compañeros de trabajo o amigos, lo que incrementa la soledad1. Otras describen una pérdida de confianza en sí mismas y miedo a exponerse en situaciones cotidianas, hasta el punto de evitar espacios públicos por temor a caídas o a no poder moverse con normalidad. En casos más extremos, esta suma de factores desencadena ataques de pánico o rechazo a participar en actividades sociales2.

Estrategias para cuidar tu bienestar emocional
Aunque la ansiedad, la frustración o la depresión son experiencias comunes en la miotonía no distrófica, no hay que afrontarlas en soledad. Con el apoyo y las herramientas adecuadas, la carga emocional puede aliviarse, recuperando el equilibrio y mejorando la calidad de vida.
Existen varias maneras de proteger tu salud mental cuando convives con miotonía no distrófica:
- Busca apoyo psicológico estructurado: los expertos recomiendan incluir programas de apoyo psicológico en miotonía no distrófica, tanto para pacientes como para cuidadores, adaptados a sus necesidades individuales.
- Infórmate sobre la enfermedad: conocer cómo los síntomas físicos influyen en el bienestar emocional ayuda a reconocer señales de alerta y a pedir ayuda antes de que el malestar se intensifique.
- Practica el autocuidado: los conceptos autocuidado y enfermedades crónicas deberían ir siempre juntos. Dedicar tiempo al descanso, utilizar técnicas de relajación y realizar actividad física adaptada a tus capacidades mejora la energía y el estado de ánimo.
- Conéctate con otras personas: compartir experiencias con pacientes que entienden tu situación reduce la sensación de aislamiento y fortalece la autoestima.
- Habla con tu entorno: explicar de manera clara y sencilla la naturaleza fluctuante de los síntomas puede disminuir la vergüenza y aumentar la comprensión de tu familia y de tu entorno social o laboral.

¿Cuándo y cómo pedir ayuda emocional de forma profesional?
Sentirse abrumado, triste o sin energía es totalmente normal cuando se convive con una enfermedad crónica como la miotonía no distrófica. Pero eso no significa que tengas que afrontarlo en soledad. Saber cuándo y cómo pedir ayuda profesional puede ser el primer paso para aliviar esa carga emocional y encontrar nuevas herramientas para afrontar el día a día.
Considera buscar ayuda especializada si notas que:
- La ansiedad, la tristeza o la frustración interfieren en tu vida diaria.
- La fatiga o el dolor afectan a tu motivación o a tu estado de ánimo.
- Con frecuencia te sientes emocionalmente agotado, irritable o sin esperanza.
- Como cuidador, la carga emocional te resulta demasiado difícil de manejar en solitario.
En estos casos, puede ser útil acudir a psicólogos clínicos con experiencia en enfermedades crónicas o neuromusculares. Si los síntomas emocionales son más intensos, un psiquiatra puede evaluar la necesidad de tratamiento adicional.
Apoyo emocional: familia, grupos de pacientes y psicoterapia
Contar con una red familiar que ofrezca comprensión y acompañamiento emocional es fundamental para afrontar una enfermedad crónica. Algunos consejos para hablar sobre la miotonía no distrófica con tu entorno son:
- Infórmate primero: ten clara la información básica sobre la enfermedad para explicar tu situación con seguridad.
- Usa un lenguaje sencillo: evita tecnicismos y describe tus síntomas con ejemplos cotidianos, como “a veces mis músculos se ponen rígidos y me cuesta moverme”.
- Explica la variabilidad de los síntomas: ayuda a los demás a entender por qué algunos días necesitas más tiempo o apoyo que otros.
- Comparte materiales informativos: utiliza recursos de confianza que ofrezcan información clara sobre enfermedades neuromusculares.
- Habla de tus necesidades concretas: por ejemplo, pedir más tiempo para subir escaleras o planificar actividades con antelación.
- Invita a hacer preguntas: fomenta un ambiente abierto y de confianza para resolver dudas.
- Busca apoyo profesional si lo necesitas: un psicólogo o trabajador social puede orientarte sobre cómo abordar estas conversaciones si te resultan difíciles.
Además, los grupos de pacientes y asociaciones como ASEM ofrecen espacios donde compartir experiencias, recibir apoyo práctico y disminuir la sensación de aislamiento.
Por su parte, la psicoterapia, ya sea individual o grupal, complementa este apoyo ofreciendo herramientas para gestionar emociones y fortalecer la confianza, integrando a la vez la ayuda del entorno familiar y asociativo para un acompañamiento más completo.

